Ya he pasado por eso, hasta que descubrí la Psicología de la Alimentación Mente-Cuerpo.
Mi insatisfacción con mi cuerpo me hizo buscar diferentes maneras de controlar lo que comía.
En mi caso, pasé por un momento muy estresante en mi vida y cogí muchísimo peso. Cuando “tenía tiempo para comer”, comía erráticamente todo lo que tenía a mi alcance hasta que mi barriga llegaba a doler.
A veces no podía parar de comer.
Me sentía muy fatigada todo el día y no tenía energía ni tan siquiera para hacer las cosas que me gustaban.
Mi sueño era caótico.
Además, mi humor era muy inestable. Me comportaba de una forma muy antipática debido a la dificultad que tenía para regular mi estado de ánimo.
Me ponía enferma con facilidad, e incluso, me convertí en intolerante al gluten.
No tenía idea de que todos estos síntomas se relacionaban entre sí ni que estaban conectados e influenciados por lo que comía y por mi propia mente.
Simplemente:
Lo que comemos es solamente la mitad de la historia de una buena nutrición. La otra mitad es quiénes somos cuando comemos.
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